sábado, 18 de enero de 2020

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FRONTERAS DEL MUNDO DIGITAL




Hacia la tercera década del siglo XXI, la pregunta más interesante sobre la tecnología ya no se concentra en la expansión de dispositivos conectados a la web, sino en los criterios con los que las sociedades digitales establecen y regulan sus propios símbolos y sus propias costumbres. En ese sentido, los últimos aires de cambio en Twitter -que prometieron no ser los últimos- son un buen punto de partida.
Minutos después de que las estrellas que señalaban favoritos en una red de 320 millones de usuarios se hubieran transformado en corazones, Akarshan Kumar, uno de los gerentes de la empresa creada por Jack Dorsey en 2006, publicó en el blog corporativo de Twitter que "pueden gustarte muchas cosas, pero no todo puede ser tu favorito". A esa revelación -que, como todo dogma, se comunicó bajo carácter indiscutible-, le siguió una conclusión semiótica en el clásico estilo "tiraposta" de Twitter: "el corazón, en contraste, es un símbolo universal que resuena a través de lenguajes, culturas y zonas horarias. El corazón es más expresivo, permite transmitir una gama de emociones y conectar fácilmente a las personas".
Sin embargo, no sólo la eficiencia de los "símbolos de conexión universal" resuelve cómo funcionan las redes. Quien en realidad había comunicado casi cinco meses antes su encanto por las posibilidades de la expresividad cardíaca había sido Chris Sacca, uno de los accionistas más importantes de Twitter -a través de Lowercase Capital Llc, involucrada en plataformas como 9gag.com y Medium-, preocupado porque, a pesar de regalías por 2000 millones de dólares, "casi mil millones de personas que probaron Twitter decidieron no seguir usándolo", "la confianza de Wall Street en sus gerentes ha disminuido" y "Twitter falló en convencer a sus inversores de su potencial de crecimiento".
Más allá de Twitter, la verdadera pregunta es si esta versión de Internet plagada de corazones y cada vez más dominada por "una positividad que lisonjea al alma en lugar de sacudirla mediante shocks", como sostiene el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, es algo deseado por las redes sociales o algo deseado por sus usuarios.
Entre unos y otros, tal vez deba prestarse atención a la voz del mercado. De hecho, la preocupación de Sacca –que devolvió a Dorsey al puesto de jefe ejecutivo de Twitter– se expresa con números más fríos que cualquier corazón. Según la consultora digital NuVoodoo, sólo en los Estados Unidos, aunque con clara proyección hacia el resto del mundo, redes más audiovisuales como Facebook (con 1400 millones de usuarios), YouTube, Instagram (propiedad de Facebook), Snapchat y Vine dominan la franja de usuarios de entre 14 y 17 años, la más flamante generación de nativos digitales, mientras que casi el 40% de los usuarios de los 140 caracteres está entre los 18 y 34 años, un segmento que la industria digital considera, sin mayor clemencia, viejo. De lo que se trata, por lo tanto, es de rejuvenecer la propuesta -como Facebook, que con casi 64% de usuarios menores de 17, sumó nuevos "estados emocionales"-, pero no bajo la perspectiva de complacer a los actuales habitantes sino de seducir al sector más dinámico y con más futuro comercial. Aquellos que hasta ahora veían en Twitter, por ejemplo, algo, como escribió Sacca, "difícil de usar, atemorizante y solitario".

Los matices del "fav"

Pero el modo en que Twitter decidió acompañar a los nuevos usuarios hacia una versión más joven de sí mismo, con la "eficiencia expresiva" de los corazones, no puede dejar de compararse con la globalidad de ese "lenguaje del rendimiento y de la eficiencia" que para Byung-Chul Han aniquila cualquier posibilidad de diferencia, ambigüedad o negatividad. Sin dudas, todo veterano usuario de Twitter sabe que aquello que un "fav" solía "conectar fácilmente" señalaba relaciones de interés, de entusiasmo, de malicia y, a veces, incluso de amor, pero en un esquema de ambigüedades, usos y jerarquías que el "Me gusta", tal como funciona en Facebook, Instagram y Periscope, no puede ni quiere representar.
¿Y si ése ya no es un criterio compatible con los hábitos de quienes demográficamente elaboran de uno y otro lado de las pantallas sociedades cada vez menos restrictivas, menos conflictivas y, al mismo tiempo que más neutrales, menos pasionales? "Saber manejar los códigos de cada una de las redes ya supone una distinción inevitable entre usuarios -opina Ingrid Sarchman, docente del Seminario de Informática y Sociedad de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA-. No es lo mismo una red donde el objetivo es mostrar la nueva mascota o contar que aprobamos un examen que opinar sobre política y exponerse al escarnio público virtual. Eso no quiere decir que un chico de 15 no se anime a discutir en Twitter, pero no forma parte especial de su horizonte de prácticas."
Cautivas de esa misma hiperaceleración del tiempo (y los negocios), la creatividad y la rentabilidad de las redes sociales se dividen hoy en cómo diseñar mundos atractivos para los nativos digitales del siglo XXI. Para ellos, en un 82% YouTube representa un espacio de consulta, para el 37% Snapchat es el punto social y Tumblr. un anotador útil para el 24%. Los arcaicos cibernautas, que llegaron a Internet a finales del lejano siglo XX, en cambio, se concentran en rincones senior como LinkedIn y Google+, donde el promedio de edad es de entre 35 y 54 años.
Y, aun así, lo que esa brecha parece estar poniendo en juego no es sólo la necesidad de nuevas estrategias de negocios en Silicon Valley, sino algo más humano y contemporáneo: los problemas que emergen cuando, incluso en las redes sociales, "la negación de la diferencia generacional acarrea una inevitable "desimbolización'", es decir, la pérdida de los sentidos y las referencias habituales, como explica el ensayista y filósofo francés Dany-Robert Dufour. En palabras simples, en busca de ampliar el mercado hacia una audiencia más joven, se despoja a la audiencia de mayor edad de sus símbolos.
Mientras tanto, no es necesaria ninguna experiencia para intuir cuáles son las redes más divertidas, ni hace falta ser demasiado joven o demasiado viejo para imaginar cómo unas y otras se observan, en términos culturales, económicos y etarios, con ansiedades e imposibilidades parecidas.

Cuestión de seducción

¿Pero qué pasa cuando en esas miradas ingresa el deseo? "Más allá de la especificidad de los lenguajes o usos y costumbres que cada red propone, todas apuntan a construir una identidad lo suficientemente atractiva para aquellos que saben decodificar el mensaje", indica Sarchman. Y esa cuestión es clave para entender cómo la gradual homogeneización de los signos afecta incluso las formas libidinales de lo digital. El inmediato rechazo de la llegada de los corazones a Twitter, por lo tanto, ¿no debería interpretarse como el terror a perder dominio sobre determinadas formas de seducción?
Para Sarchman, "cualquier interacción en las redes sociales funciona como promesa, pulsiona el deseo y genera estados de ansiedad similares a los que produce el enamoramiento o la fascinación. Y tal vez en esa tensión se sostenga la efectividad y la necesidad de inventar constantemente fórmulas novedosas. Al fin y al cabo, a la hora de seducir, vale más la promesa que su cumplimiento efectivo, y ésta es una verdad sabida y comprobada mucho antes que las redes sociales hicieran lo suyo".
En tal caso, si los avances digitales propiciaron, como escribe el politólogo inglés David Runciman, "que nos replanteemos qué significa tener algo, compartir algo y tener una vida privada", y si es por eso que la frontera entre política, tecnología, sociedad y mercado puede más que nunca parecer al borde de la desaparición, las coordenadas con las que hoy se dividen y compiten entre sí redes sociales habitadas por más de 2500 millones de usuarios sin duda ofrecen un mapa útil del presente. Y ése es un presente que, según los números más actualizados en la web, en 2015 no hizo más que expandirse, incluyendo a 3174 mil millones de personas conectadas a Internet que descargan 167.000 millones de aplicaciones móviles y producen más de 1.744.150 terabytes de información cargada de trabajo, ocio, fantasías y diversión por día

7 VENTAJAS Y 7 DESVENTAJAS DEL USO DE SMARTPHONE EN LOS NINOS

Los niños y los smartphones se relacionan desde edades cada vez más tempranas. Es inevitable, nacieron en el siglo de la tecnología. Corresponde a los padres decidir cuándo se inicia el uso, evaluando pros y contras.
Los celulares  juegan un papel cada vez más importante en la vida de los niños. Padres, pedagogos, psicólogos, tecnólogos, publicistas, fabricantes y comerciantes tienen opiniones muy diferentes sobre el tema. ¿Quieres saber si debes o no introducir un teléfono inteligente en la vida de tus hijos? En este artículo te presentamos: 7 ventajas y 7 desventajas del uso de smartphone en el caso de los niños.

¿Qué es un Smartphone?

Niños con su primer smartphone.
Un Smartphone o teléfono inteligente es un tipo de teléfono con mayor conectividad, capacidad de almacenar datos y facilidades, que un teléfono móvil convencional. Es, básicamente, una computadora de bolsillo para nuestros hijos.
Mucho se ha comentado con respecto a su uso desmedido durante la infancia y a partir de edades cada vez más tempranas. ¿Debemos o no permitirlo? Para tomar la mejor decisión debemos analizar sus ventajas y desventajas y decidir qué es lo más conveniente para nuestros hijos y nuestra dinámica familiar.

Ventajas del uso de smartphone si eres un niño

1. Forman parte de la realidad

Vivimos una era marcadamente tecnológica, por lo que negar al niño el acceso a un teléfono inteligente puede resultar contradictorio. ¿Cómo explicarles que pueden resultar nocivos si les permitimos jugar con computadoras y tablets?

2. Una oportunidad para profundizar en el conocimiento

Luego de las clases, el uso de Smartphone, orientado por sus maestros, puede impulsar a los niños a buscar información sobre el tema abordado. Esto permite enseñarles a usar herramientas educativas, la búsqueda de información de interés para la asignatura y potenciar la investigación rigurosa en vez del simple plagio.

3. Seguridad y contacto

Los padres podemos usar el celular para estar en contacto con nuestros hijos, saber cómo y dónde están ante cualquier eventualidad o emergencia es realmente un plus. Muchos teléfonos celulares están equipados con sistemas de GPS, lo que permite a los padres rastrear el equipo y, por consiguiente, saber dónde se encuentra el niño.

4. Incentiva la responsabilidad

Cuando los padres permiten el uso de smartphone en los niños puede ser un medio para enseñarlos a ser responsables. No solo con el cuidado del equipo, sino también con el tiempo y los usos que le dan al dispositivo.

5. Herramientas de aprendizaje

Los smartphones pueden ayudar a los niños a usar calendarios para saber cuáles son las fechas de los exámenes, tomar notas de voz para recordar algo de interés, así como guardar los teléfonos de padres, maestros y amigos. También puede tomar una foto de un esquema en la pizarra, lo que lo ayudará en el proceso de aprendizaje.

Desventajas del uso de smartphone si eres un niño




Por supuesto, no todo son bondades. También hay sombras, riesgos y peligros detrás de la utilización de teléfonos inteligentes. A continuación presentamos algunas desventajas de la temprana introducción de los niños en el mundo de las tecnologías.

1.       Se afecta la motricidad fina

Un niño necesita aprender a agarrar un lápiz y aprender a escribir antes de aprender a usar el smartphone. La pinza que hace con su dedo índice y pulgar es uno de los hitos fundamentales del desarrollo psicomotor de todo niño. Según algunos estudios, la introducción temprana y excesiva de celulares y tabletas aleja al niño de este sencillo pero fundamental movimiento.

2.       Se limita el aprendizaje del lenguaje escrito

Los niños que interactúan a través de chats, mensajes de textos o redes sociales tienen a acortar las palabras y comunicarse solo con imágenes, lo que puede afectar el desarrollo del lenguaje escrito. Esta es una herramienta básica para su posterior desempeño en estadios superiores de la educación.

3.       Aislamiento social

Al igual que los videojuegos, el uso constante de un Smartphone conlleva al aislamiento social. El niño juega, navega, interactúa en redes sociales, pero no se comunica con los seres humanos que le rodean. Desarrollar habilidades sociales forma parte importante de su desarrollo.

4.       Poca movilidad y más obesidad infantil

El uso desmedido del smartphone deja al niño sentado en un mueble o acostado en la cama todo el tiempo. La falta de actividad física tiene serias repercusiones en la calidad de vida de los chicos. ¡Evita la obesidad infantil!

5.       Pérdida de la privacidad

El smartphone tiene todas las herramientas para llevar un registro de la vida diaria. Tu hijo puede tomar fotos y hacer vídeos que comparte en todo tipo de redes sociales. La vida se centra en conseguir un “me gusta”, un comentario o ganar un seguidor. La privacidad queda expuesta, lo cual puede traer serias complicaciones como la que exponemos a continuación.

6.       Víctima o victimario de los delitos cibernéticos

El uso descontrolado del móvil expone a los niños al ciberbullying o a los depredadores sexuales. El niño puede subir por error una fotografía o vídeo íntimo y ser víctima de acoso. O, por el contrario, puede fotografiar o compartir un contenido privado de otro niño y convertirse en un acosador. Estemos atentos.

En síntesis: ¿qué hacemos los padres?




El abanico de ventajas y desvantajas sobre el uso de smartphone en los niños está extendido. Es responsabilidad de los padres controlar el uso que sus hijos hacen de los dispositivos y del acceso al internet. Hay muchas aplicaciones para ello, por lo que es cuestión de informarse, evaluar y decidir.
Asimismo, es importante que los acompañemos en todo el proceso de educación digital. Tenemos que estar allí, atentos y presentes y saber qué hacen los niños, qué contenidos visitan y qué comparten. En las manos adecuadas, los Smartphone son una herramienta maravillosa

LOS NIÑOS DEL SIGLO XXI Y LA TECNOLOGÍA



Las tecnologías de información han llegado para quedarse. Y ante ello, como padres, debemos asumir un rol, más que controlador, regulador del uso que nuestros hijos pueden llegar a darle a dichas tecologías. Aprende más aquí.
Los niños del siglo XXI viven en un mundo dominado por las tecnologías de la información y la comunicación. Sus padres, tratan de adaptarse a esta revolución. Con frecuencia decimos que los niños del siglo XXI llevan «el ADN de la tecnología”. Y, efectivamente, desde edades cada vez más tempranas, estos niños usan dispositivos electrónicos. Además, navegan por Internet buscando información y entretenimiento, accediendo a las redes sociales.
Mientras tanto, los padres son ampliamente superados por las habilidades y destrezas tecnológicas de los niños. Ante lo cual cabe preguntarse: ¿Cuál es el rol que toca asumir a los padres en cuanto a la forma en que los hijos se relacionan con la tecnología?

¿Cómo usamos la tecnología?



niños del siglo XXI

Los pediatras de Estados Unidos, Canadá y Japón han determinado que de 0 a 2 años los niños no deberían tener ningún contacto con tabletas o móviles. De esta manera, se busca que sus cerebros desarrollen las conexiones que necesitan para crecer adecuadamente y que tengan un aprendizaje y habilidades interpersonales normales.
De 3 a 6 años, solo deberían usar estos dispositivos una hora al día. Aunque, en realidad, los niños están interactuando con pantallas masivamente desde su nacimiento. El cerebro inmaduro de un bebé, que nace con millones de conexiones para adaptarse al mundo real, se está adaptando primero a un mundo digital, rico en estímulos, con un gran caudal de información y una altísima interactividad.

Niños del siglo XXI: ¿Estamos criando niños dependientes de la tecnología?

La mente de los niños se está haciendo dependiente a la tecnología. La realidad tiene un ritmo mucho más lento, lo cual resulta insatisfactorio para estos niños. Además, con la tableta en las manos se aíslan de los demás niños y de los juegos reales.
La interactividad de una tableta o de los juegos en línea crean sensaciones placenteras que el niño puede repetir una y otra vez, sin descanso. Esa sensación es adictiva porque activa la dopamina, la misma que se activa en el adulto al consumir alcohol, cocaína o tabaco.
Esa dopamina genera un estado de bienestar, euforia y motivación. Solo encuentra la felicidad con la tableta en las manos. Entonces, los padres en vez de enseñarles a regular las emociones para que sean adultos felices y responsables, están promoviendo una dependencia real.

Niños del siglo XXI: la tecnología es la nueva niñera



niños del siglo XXI

En el siglo XX, los padres usaron la televisión como niñera. Pero, en el siglo XXI, sus hijos usan los smartphones y las tabletas. Aunque estos dispositivos pueden tener aplicaciones didácticas, no es lo que necesitan los niños para su desarrollo.
Antes, el niño era un consumidor pasivo de la televisión. Hoy en día, salta de una aplicación a otra, sin quedarse mucho tiempo en ninguna. La capacidad, en apariencia positiva, de realizar multitareas con la tableta impide la posibilidad de profundizar.
Los niños necesitan desarrollar la motricidad fina cogiendo un lápiz, así como comunicarse con sus padres y con otros niños, compartir sus emociones, etc.. Aprenden las letras en la pantalla, pero pueden ser incapaces de escribirlas. Igualmente, dedican horas a jugar en línea con un extraño, pero les aburre jugar con otro niño en el parque.

Los niños del siglo XXI crecen más rápido

La velocidad con la que los niños consumen contenidos en Internet los hace crecer más rápido. Cuando necesitan pertenecer a un grupo, comienzan a usar las redes sociales. Facebook, Instagram, Youtube o Google exigen que los adolescentes tengan mínimo 13 años para crear una cuenta, pero los niños mienten sobre sus datos para entrar mucho antes, y los padres lo permiten.


niños del siglo XXI

Asimismo, aunque los gremios médicos mencionados consideran que los niños y adolescentes entre 6 y 18 años solo deberían pasar 2 horas al día frente a la pantalla, están pasando entre 10 y 11 horas diarias. Gracias a los juegos en línea, los niños y adolescentes perciben la violencia como «normal». Al mismo tiempo, exponen su sexualidad y privacidad, quedando a merced de los depredadores sexuales que usan las redes sociales. Actualmente, los niños son víctimas de ciberacoso, del llamado grooming y del sexting.

¿Cómo proteger a los niños del siglo XXI?

En ningún caso tiene sentido prohibir el acceso de nuestros hijos a la tecnología e Internet. Estas invenciones llegaron para quedarse. Tarde o temprano, los niños las utilizarán, ya sea por razones educativas, informativas, recreativas, etc.
Lo importante para los padres es esperar a que tengan la edad apropiada para usar estos recursos y promover el uso racional y responsable. Ello incluye no solo controlar el número de horas de uso de la tecnología, sino también los contenidos que se consumen.
De igual forma, así como supervisamos el comportamiento de nuestros hijos en la vida real, también debemos hacerlo con las relaciones virtuales. Pedimos a nuestros hijos que tengan cuidado con personas extrañas en la calle. De la misma manera, les pedimos que sean empáticos con sus compañeros.
Pues, les deberíamos pedir lo mismo con las personas que contactan en las redes sociales. Las normas de la vida real también sirven para el tránsito por el mundo digital. Es nuestra responsabilidad apoyar y orientar a nuestros niños para que tengan la dicha de disfrutar de su infancia

NO ES SEXISTA LA LENCUA, SINO SU USO


El castellano, problematizado por el lenguaje inclusivo, pone en evidencia el uso sexista de la lengua, pero lo hace a costa de su propia eficacia como forma de comunicación. El teórico, editor y periodista español Alex Grijelmo, autor de libros como La gramática descomplicadaEl genio del idioma o El estilo del periodista, plantea una valiosa reflexión y denuncia acerca del uso incorrecto del idioma.
El feminismo de hombres y mujeres que obran de buena fe ha progresado a costa del lenguaje, porque sus reivindicaciones constituyen un fin superior que no debe detenerse ante daños secundarios que ni causan víctimas ni son irreversibles.
Además, realmente no se pueden equiparar la protesta ante el abuso del feminismo en tal o cual palabra y la lucha frente a los maltratos, las vejaciones, la discriminación, la ocultación o los salarios que sufren las mujeres.
Así pues, situarse en la defensa del idioma supone, en la práctica, enfrentarse a la causa feminista y criticarla en ese terreno sería como censurar a los bomberos por usar sus hachas para derribar la puerta cerrada y salvar así a las víctimas que se hallan desvanecidas en el interior entre las llamas. Qué importa la integridad de la puerta si se trata de rescatar a seres humanos. Qué importa la integridad del idioma si se trata de una lucha justa.
Por tanto, se puede comprender y compartir esa corriente del feminismo que fuerza las palabras para lograr una conciencia general que a su vez consiga cambiar la situación; del mismo modo que no se criticaría a los bomberos en la tesitura referida… salvo que el portero del inmueble les hubiera dado una llave.
Con una llave, los bomberos seguirían allanando un domicilio sin permiso expreso de los dueños, pero en tal caso nadie juzgaría violenta esa acción.
El uso habitual del hacha contra la lengua ha llevado a muchas personas bienintencionadas a considerarla como un sistema construido por el varón, y por tanto masculino; y por tanto machista y discriminatorio. Se arroja así una sombra de rechazo sobre ese patrimonio cultural, una maquinaria compleja cuando se analiza y sencilla cuando se usa; una lengua que, paradójicamente, llamamos “materna”.
Y eso que en España no se ha distribuido una circular del Gobierno que, como sí sucedió en Francia en noviembre pasado, condene el lenguaje inclusivo en los documentos de la Administración; ni la Academia española ha criticado, cosa que sí hizo la francesa, la flexión en femenino de los nombres de profesiones y oficios. Más bien todo lo contrario.
Pero quién sabe si muchos adolescentes interesados en la filología, la psicolingüística o la filosofía de la lengua no se habrán desviado de su vocación al toparse con esos denuestos. Si se desprestigia el idioma, se desprestigia todo lo que a él va asociado.
Acusan de machismo a la lengua española, sí, pero el mismo sistema que no ha dado duplicaciones como “corresponsal” y “corresponsala” ha acogido sin problema “guardián” y “guardiana” o “capitán” y “capitana”, o “bailarín” y “bailarina”. Quienes tienen formación en filología saben que esas decisiones lingüísticas se deben a razones históricas o etimológicas, a veces incluso aleatorias, pero no sexistas.
Idioma y realidad
La lengua no es la realidad, sino una representación de la realidad. Tenemos la palabra “padre”, que representa a un hombre, y el término “madre”, que representa a una mujer. Pero si una amiga nos dice “mis padres no están” y yo sé que sus padres son un hombre y una mujer, la palabra “padres” los representa a ambos, y no cabe invisibilidad alguna de la madre: la realidad conocida influye en el lenguaje y lo modifica.
Si cuento que “en el concurso de belleza de las fiestas participaron veinte jóvenes”, quien me escuche pensará en veinte mujeres a pesar de que no hay marca de género en ese mensaje. Sin embargo, si escribo “entre sólo tres policías detuvieron a los diez terroristas”, en la palabra “policías” se habrá visto a tres hombres (lo mismo que sólo habrá varones en la palabra “terroristas”), aunque tampoco se ofrezca ninguna pista gramatical al respecto. Esto sucede por la influencia de la realidad en la percepción de las palabras que la representan: abundan los concursos de belleza femenina, hay más policías varones que policías mujeres y son escasas las terroristas. Cuando la realidad cambie, esas mismas palabras representarán la realidad cambiada. Es la realidad la que cambia la lengua. La lengua en sí misma sólo puede avisar para que la realidad cambie.
Por ejemplo, hace años pudo producirse ocultación de la minoría femenina en una expresión como “los diputados españoles”, pero ahora ningún ciudadano ignora que en “los diputados” entran hombres y mujeres. Por la misma razón, si asistimos a una conferencia sobre los derechos de los españoles y las españolas, sabemos que son los mismos para ambas colectividades. Pero no sucederá lo mismo si la charla se titula “Los derechos de los saudíes y las saudíes”, pues nuestro conocimiento de la realidad hará que pensemos en derechos diferentes. Una misma estructura sintáctica da resultados distintos. ¿Por qué? Por culpa de la realidad. Cambiémosla.
Las duplicaciones han servido de mucho en la comunicación feminista, han influido en la conciencia general. Pero en muchos terrenos la realidad puede hacerlas ya inservibles, por superadas; o, peor aún, contraproducentes por cansinas. El peligro consiste en que esa sensación se dé antes de tiempo; es decir, que el cansancio llegue antes de cumplirse los objetivos que la duplicación pretende.
No obstante, sí cabría combatir algunos usos asimétricos en la lengua sin derribar el sistema con el hacha. Es decir, usando la llave.
Además de reducir la reiteración de duplicaciones para evitar el cansancio y el rechazo, se podría decir, por ejemplo, “la persona” en vez del genérico masculino “el hombre” o “los hombres”. También “la abogacía” en lugar de “los abogados”, o “la juventud” en lugar de “los jóvenes”. La filóloga feminista Mercedes Bengoechea ha elaborado una relación de casos así que vale la pena atender.
Género
También se puede dar una reacción contraproducente con la insistencia en la nueva acepción de la voz “género”, alumbrada hace 23 años –tras la conferencia de Pekín– mediante una mala traducción de la voz gender, que a su vez funcionaba en inglés como eufemismo de “sexo” por influencia del puritanismo victoriano.
Una silla tiene género, pero no sexo. Los géneros gramaticales agrupan el masculino, el femenino, y el neutro (antaño se incluyeron también el epiceno y el común). Pero la biología sólo acoge el sexo masculino y el femenino (sin que eso excluya el sentimiento de cada cual y el cambio del uno al otro). Así, la confusión entre género y sexo es fuente de grandes malentendidos.
Además, el vocablo “género” (admitido ya por la Academia en el sentido sociológico) altera su polaridad según el contexto: en “violencia de género”, esta voz sustituye a “machista” y refleja una idea firmemente peyorativa. Sin embargo, la locución “políticas de género” puede equivaler a “políticas de igualdad” y, de tal modo, ese “género” adquiere un tinte positivo, como sucede también en “conciencia de género”. Por tanto, esta palabra es en esencia positiva unas veces y negativa en otras, lo cual dificulta su valor como idea omnicomprensiva del problema.
Por otro lado, la locución “violencia de género” se percibe como algo técnico e, incluso, suave, un término sociológico que se distancia de los hechos, mientras que el concepto “machista” se condena a sí mismo como algo temible y reprobable, y sería una buena llave para abrir la casa en llamas.
Accidente gramatical
El género es un accidente gramatical. La lengua española no se muestra muy coherente respecto al género. Las palabras terminadas en o suelen ser masculinas, pero tenemos “la contralto”, “la canguro”, “la modelo”, “la sobrecargo”, “la mano”… Las palabras terminadas en a suelen ser femeninas, pero decimos “el día”, “el pirata”, “el pediatra”, “el fisioterapeuta”. La e también se reparte, como en “la esfinge” y “el jefe”. Algunas palabras tienen un solo género que vale para los dos sexos (los nombres epicenos), como “la persona”, “la criatura”, “la víctima”, “la jirafa”, “la ballena” y otros muchos nombres de animales. Igualmente, usamos los femeninos “su santidad”, “su majestad” o “su excelencia” para referirnos a varones y, por supuesto, algunas palabras en femenino engloban a hombres y mujeres (“la judicatura”, “las más altas personalidades”…), lo mismo que al revés (“el profesorado”, “los altos cargos del partido”). Y además hemos fosilizado expresiones con una extraña concordancia masculino-femenino, como “a ojos ciegas” o “a pies juntillas”. Realmente, no se puede decir que el genio del idioma se haya dedicado mucho a que el género se corresponda estrictamente con el sexo.
Sin embargo, la corriente feminista ha hecho causa del asunto, y ha logrado que se abran paso alternativas a términos comunes para el masculino y el femenino, como “juez” (“el juez” y “la juez”, pero ahora “la jueza”), o “líder” (“la lideresa”); si bien eso no ha alcanzado a otros como “modelo” (“el modelo”, “la modelo”) o “atleta” (el “atleta”, “la atleta”)…
Al mismo tiempo, en teórica contradicción con el caso de “juez”, se desecha el desdoblamiento de “el poeta” y “la poetisa”, y no parece haber polémica con “el sumiller” y “la sumiller” o “el mártir” y “la mártir”, entre otros muchísimos ejemplos posibles.
Es decir, en unos casos se pretende el desdoblamiento; en otros, la simplificación y en otros no hay ninguna lucha al respecto. En justa correspondencia con el desorden gramatical.
El mejor árbitro es una mujer
Por otra parte, el tan denostado genérico masculino ofrece sus compensaciones. La final de Copa de rugby masculino, disputada el pasado 30 de abril, fue arbitrada por la granadina Alhambra Nievas, quien está considerada como “el mejor árbitro del mundo”. Al decir “Alhambra Nievas es el mejor árbitro del mundo”, estamos dándole un papel preponderante no sólo entre las mujeres sino también entre los hombres. El masculino genérico no la hace desaparecer, sino que agranda su importancia. Por tanto, como sostienen las profesoras y feministas Aguas Vivas Catalá y Enriqueta García Pascual, no se debe confundir la ausencia con la invisibilidad.
Cuestiones de uso
Catalá y García Pascual han escrito también: “Lo que hay que analizar no es el sexismo en el lenguaje, sino el sexismo en el uso del lenguaje”.
He aquí algunos casos, entre otros muchos posibles, en que sí se produce un claro sexismo al usar las palabras, a menudo de forma inconsciente.
El salto semántico. Expresión que acuñó Álvaro García Meseguer, autor del primer gran ensayo sobre el sexismo lingüístico en España. Por ejemplo: “Los ingleses prefieren el té al café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas”. De ese modo, “los ingleses” reúne a hombres y mujeres; pero en la siguiente oración desaparecen estas de aquel genérico.
Visión androcéntrica. Se da cuando el papel de la mujer se subordina en el lenguaje al protagonismo del hombre, incluso, cuando está situada al mismo nivel profesional.
Así, hemos podido oír: “Brad Pitt llegó acompañado por Angelina Jolie”. Podría decirse al revés, “Angelina Jolie llegó acompañada por Brad Pitt”; pero sería mejor comentar que “Angelina Jolie y Brad Pitt llegaron juntos”. Cuando llegaban juntos, claro.
Del mismo modo, si una empresa recomienda a sus comerciales llevar corbata, está eliminando de un plumazo a las comerciales.
Partículas discriminatorias. A estas tendencias sexistas se suma otra más emboscada aún, y que opera con las conjunciones adversativas y concesivas: “Trabaja muy bien, aunque está embarazada”, o “es una mujer, pero muy competente”.
Asimetrías en los nombres. Ocurren cuando se cita a las mujeres por el nombre y a los hombres por el apellido. El nombre de pila acerca al personaje y refleja un tono familiar; el apellido le otorga un trato más respetuoso. Esa asimetría se dio en este titular: “Destituyen al senador que acusó a Dilma de corrupta”.
Asimismo, el uso sexista se produce al colocar un artículo femenino delante de los patronímicos de mujeres artistas: “la Pantoja” o “la Callas”, que no tienen su correspondencia en “el Bisbal” o “el Serrat”. También en el caso de políticas como “la Thatcher” o “la Cifuentes”.
Incluso, al denominar las obras de pintores o escultores de fama, se dice “un picasso”, “un miró”; pero no “un khalo” (un cuadro de Fidra Khalo).
Igualmente, se dan asimetrías en expresiones arraigadas, como “una mujer de vida alegre”; que se diferencia de “un hombre de vida alegre”, además de la ya conocida diferencia entre ser «un zorro» o «una zorra».
En medio de todos estos problemas referidos al uso, se está apuntando en él un fenómeno que permite albergar ciertas esperanzas: el femenino genérico. Pero no forzado, sino natural.
Anoté algunos casos durante los Juegos de Londres, todos ellos en boca de varones, específicamente, un entrenador y distintos periodistas de la Cadena SER: “Jugamos tranquilas, ¿eh?” (seleccionador del equipo femenino de balonmano, durante un tiempo muerto); “¡Si ganamos, estamos clasificadas!” (un periodista, sobre el equipo femenino de waterpolo); “Si estamos entre las siete primeras, vamos a ser oro” (sobre la regatista española Marina Alabau en windsurf); “Somos terceras después de las rusas” (sobre el equipo de natación sincronizada);“Hemos pecado un poco de inexpertas” (tras una derrota en waterpolo femenino) y más recientemente: “¡Hoy podemos ser campeonas de Europa de bádminton!” (Carolina Marín).
Conclusión
Quizá resuman todo lo dicho hasta aquí las palabras escritas por Aguas Vivas Catalá y Enriqueta García Pascual: “Se puede ser feminista sin destrozar el lenguaje. Pero difícilmente se puede evitar un uso sexista de la lengua sin ser feminista”. También lo que defiende la profesora feminista María Ángeles Calero, partidaria de que se deshaga desde la escuela la falsa relación entre género y sexo: “El género se debe considerar como un mero accidente gramatical”