miércoles, 30 de octubre de 2019

LA SOCIEDAD HUMANA ACTUAL UNA ESPECIE EN DECADENCIA



En la sociedad actual se distinguen, básicamente, dos problemas: el primero, radica en que el hombre se ha vuelto víctima y esclavo de sus propios inventos, olvidando el origen de su condición humana, explota la naturaleza indeterminadamente sin tener en cuenta sus consecuencias; y el segundo,  el imperio de la ciencia positiva exclusivista que ha tratado de imponer la lógica para abordar los asuntos humanos  sin dar cuenta de la realidad. Toda esta problemática ha generado una decadencia de lo humano,  la misma que se podría mejorar adecuando espacios para la comunicación y las relaciones humanas.  De esta forma poder lograr una sociedad más feliz y en paz.
En las últimas décadas la humanidad ha asistido a una gran evolución tecnológica y científica: el computador, los viajes espaciales, Internet, telefonía móvil entre otros múltiples descubrimientos y adelantos científicos en todas las esferas del conocimiento, los cuales invaden y hacen parte  de la cotidianidad de la mayoría de seres humanos; en cierta medida, casi dependemos de esos maravillosos avances que la tecnología y las ciencias han dispuesto para el hombre. Sin lugar a dudas, en la carrera apresurada de la cientificidad y la tecnología, los aportes de las ciencias positivas, también llamadas ciencias duras, han sido cuantiosos.

Sin embargo, es paradójico constatar que muestra más conocimientos adquiere el hombre sobre su entorno, sobre la naturaleza, sobre lo exterior a él, en el campo de los valores, la convivencia, la calidad de vida y la comprensión de la realidad humana,  el panorama es menos alentador.
Es posible observar cómo crecen diariamente, en forma alarmante, la pobreza, el desempleo, los conflictos y desigualdades sociales,  el deterioro ambiental; así mismo, los trabajos en su mayoría son más alienantes, inestables y mal remunerados, por mencionar sólo algunos de los problemas sociales que aquejan la sociedad actual. Y esto no se debe a que las ciencias sociales o humanas no hayan aportado en este aspecto: sería injusto desconocer los enormes esfuerzos que disciplinas como la psicología, la sociología, las ciencias del lenguaje entre otras, han realizado para tratar de comprender los asuntos humanos; el problema radica, por un lado, en el imperio de la ciencia positiva exclusivista que ha tratado de imponer la lógica del método científico para abordar los asuntos humanos, privilegiando los lenguajes matemáticos, econométricos, contables, a través de los cuales se pretende explicar con base en modelos y en supuestos (que uniformizan y desconocen la individualidad) la realidad humana; por otro lado y sumando a  lo anterior el hombre se ha vuelto víctima y esclavo de sus propias invenciones,  olvidando el origen de su  condición humana.
La teoría de la evolución propone que la vida se originó de organismos unicelulares que con el paso de millones de años se fueron transformando para dar origen a nuevas especies pluricelulares más complejas, de donde se generaron posteriormente las plantas y los animales, entre éstos el Homo Sapiens, es decir,  el Hombre, ese animal maravilloso al que la evolución le concedió la posibilidad de caminar erguido, de utilizar las manos y que además dotó de un cerebro extremadamente complejo, que le permite pensar, sentir, representar, expresar y comunicar todo lo que sucede dentro de sí y en su entorno. 
A pesar de lo anterior, en Occidente las ideas religiosas que ejercían bastante influencia sobre la vida de los hombres, lo consideraban  el amo y señor de la naturaleza, legitimando la utilización de ésta para satisfacer sus necesidades.  Posteriormente, con el surgimiento del capitalismo, alimentado por las ideas religiosas protestantes, se validó la utilización de ésta como recurso económico explotable. Al ignorar que el hombre hace parte de la naturaleza y que ésta hace parte del él, se está negando el origen de la vida humana. Esto permite explicar la explotación intolerable de los recursos naturales en la búsqueda maximalista de la acumulación de riqueza, olvidando que todo atentado contra la naturaleza y el medio ambiente, es un ataque contra la especie humana, contra sí mismo, lo que puede ocasionar la propia destrucción.
Revisando la historia de Occidente, “desde hace casi dos siglos, con el nacimiento de la revolución industrial, la afirmación de la Razón y del Progreso, y las grandes revoluciones políticas americana y francesa, entramos en una sociedad que se mueve al ritmo del crecimiento económico y de las aspiraciones democráticas“ (1) , bajo el modelo económico capitalista.  Éste es el panorama que circunscribe la sociedad Occidental: el imperio de lo financiero, todas las esferas económicas, políticas, sociales y culturales han sido avasalladas por la lógica financiera dominante, en la cual la empresa juega un papel muy importante, o como lo dice Jean Francois Chanlat , en la que se rinde “culto a la empresa ”(2).
Bajo este panorama, los asuntos humanos también han sido reducidos a los intereses de la lógica financiera; la ética, los valores humanos han sido desplazados por los valores económicos; los hombres sólo cuentan por su hacer, por lo que producen, y son considerados un factor de producción.
Amparados en este reduccionismo, y en el afán de cientificidad, los discursos económicos, políticos, administrativos, contables, han pretendido explicar la complejidad de las relaciones humanas que éstos involucran (donde lo individual y lo social se intercruzan y en las cuales el hombre se convierte en objeto y sujeto) desde una lógica formal y racional en la que se privilegian los modelos matemáticos, para cuantificar las variables humanas. Los asuntos humanos se han reducido a modelos que no dan cuenta de la realidad, que desconocen la individualidad, la historia personal de cada hombre; de ahí la impertinencia de éstos para explicar y responder sus propias necesidades.
Científicos como  Piaget,  Freud entre otros, demostraron que cada ser humano, desde sus propias experiencias - en la lactancia, en la vida escolar, en el juego, en las relaciones con sus padres, en su desarrollo sexual - construye su personalidad, su propio ser. Sin embargo, como el hombre es un ser social, esa construcción de sí mismo sólo es posible en relación con los otros; por tanto, los otros juegan un papel trascendental en la formación de la propia identidad, y  en facilitar relaciones que se tejen a través de la comunicación, el lenguaje,  la palabra. Éstas últimas adquieren una vital importancia en la vida humana, y así lo afirma Gudorf cuando define al hombre como  “el animal que habla”. A través del lenguaje, el hombre se construye a sí mismo y construye el entorno que le rodea; es decir, que  “construye su mundo a través del lenguaje y el espacio humano; es en esencia un universo de palabras ”(3).
Estos múltiples factores que intervienen en la construcción de un ser humano, evidencian la complejidad que éste encierra y lo absurdo que resulta pretender reducirlo a modelos formales y cuantitativos.
A pesar de los numerosos estudios que las ciencias del lenguaje han realizado en la sociedad actual, éste no ha sido tratado con el cuidado que le merece: la comunicación se reduce al esquema mecánico de transmisor – mensaje – canal – receptor, esquema que desconoce y mutila las posibilidades constructoras del lenguaje mencionadas anteriormente.  Igualmente, la palabra y el lenguaje han perdido, por un lado, la dimensión ética, la cual exige un compromiso en cuanto a cumplir lo que se dice, escuchar para ser escuchado, contestar a lo que se pregunta, y por el otro lado, el lenguaje se ha inundado con la lógica financiera y los términos de la empresa.  En todos los contextos se utilizan inapropiadamente las palabras productividad, utilidad, maximización, rendimiento, recurso, cliente, mercado, por mencionar sólo algunos términos. Situación preocupante por dos razones: en primer lugar ,porque demuestra una vez más que la lógica financiera se ha instaurado en la conciencia de la mayoría de los hombres; y en segundo lugar, por las implicaciones que tiene el lenguaje en la construcción de la realidad, en la cual lo económico y financiero desplazan lo humano.
Todos estos problemas que aquejan la realidad de las sociedades actuales, demuestran una decadencia de lo humano.  Las organizaciones y la administración no han sido ajenas a esta situación, se han convertido en escenarios donde lo humano se ha ido desplazando por la técnica y la máquina, en busca de la productividad, la eficiencia y la maximización de utilidades; el hombre se ha reducido a un factor de producción.  El lenguaje utilizado también da cuenta de ello, al referirse al hombre como el recurso humano, el capital intelectual, el costo de mano de obra; ello demuestra la borrosa concepción humana que subyace a éstas, con una visión instrumental del hombre, que privilegia el hacer antes que el pensar,  restringiendo la comunicación, la afectividad, y que antepone los intereses de la organización, netamente económicos, a los intereses individuales.
Quizá  si la sociedad actual  permitiera a los hombres un espacio para la reflexión, para la comunicación, para las relaciones humanas, existirían menos problemas sociales, menos cárceles, menos hospitales, menos guerras, más familias unidas, más organizaciones exitosas, y finalmente, lo mas importante: más hombres felices




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