TENDENCIAS DEL ARTE EN EL SIGLO XXI
El arte actual del siglo XXI se ha convertido potencialmente en un acto de extraversión emocional que busca siempre estímulos nuevos. El artista actual se sirve de todo tipo de materia, de imagen, técnica, ciencia, electrónica o de reproducción mecánica; fusionando estilos, preceptos y reglas para crear todo tipo de arte. Pero la pregunta surge cuando se pronuncia la palabra “ARTE”, ¿es arte todo lo que se expone?… La respuesta es muy delicada para muchos artistas..
Desde mi punto de vista artístico, rotundamente SI; todo lo que se expone es arte, aunque no sea bello. La discusión surge cuando lo “no bello” es considerado arte, o el arte es siempre bello. Sigo diciendo que SI, que TODO ES ARTE. Cualquiera de las formas que tienen por objeto expresar la belleza, la fealdad, la comunicación o la existencia de un sentimiento; que tengan por objeto expresar la percepción del hombre o del individuo, que imite o exprese lo material o lo inmaterial; creando, copiando o fantaseando de la realidad… ¿pero siempre debemos considerarlo arte cuando el hombre intente expresarse mediante nuevos caminos, indagando nuevas formas de expresión?.
Deberíamos ser completamente libres para poder responder que toda creación contemporánea debería ser considerado arte; deberíamos estar todos de acuerdo que el arte es nuestra lengua universal y que el arte evoluciona junto al hombre ubicuamente; estando presente en toda su existencia e inquietud natural, viviéndolo en continuo movimiento.
La cuestión, sin embargo, se encuentra en como interpretamos la comprensión del mismo arte de nuestro tiempo. El siglo XXI, caracterizado por aquilatar todo tipo de expresión artística, se debate entre la herencia de su valor cultural y la comunicación de sus individuos entre nuevos caminos sumergidos en un estilo vanguardista, críptico y, a veces, hasta incomprensible o discordante con los conceptos y preceptos del arte que hemos heredado.
La cuestión, sin embargo, se encuentra en como interpretamos la comprensión del mismo arte de nuestro tiempo. El siglo XXI, caracterizado por aquilatar todo tipo de expresión artística, se debate entre la herencia de su valor cultural y la comunicación de sus individuos entre nuevos caminos sumergidos en un estilo vanguardista, críptico y, a veces, hasta incomprensible o discordante con los conceptos y preceptos del arte que hemos heredado.
Todos estamos conformes que el arte abstracto tiene su mayor exponente en la pintura, pero se ramifica en diferentes artes con un cierto aire exponencial que abarca la literatura, arquitectura, escultura, danza, música y diferentes espectáculos del entretenimiento. Se puede entender posiblemente que se ha convertido en la característica preliminar del siglo XXI. Pero el arte abstracto presenta un desconcertante cripticismo para ser interpretado en toda su amplitud. Las exposiciones presentadas buscan impactar al espectador, golpeando principalmente la vista y desconcertando los sentidos de las emociones. El artista se transforma en un manipulador de la modernidad, un vanguardista a ultranza de lo novedoso, un revolucionario de la cultura y un exponente progresista en las artes expresivas.
Lo cierto es que no deberíamos ser nosotros quienes pongamos en juicio las sospechas y acusaciones del arte del segundo milenio, pero somos testigos de que el entorno artístico de nuestra época presenta grietas en sus cimientos. Las últimas reformas realizadas por la comunidad artística tiende a entrar en crisis en sus comienzos, presagiando un empobrecimiento en su genialidad. Es arriesgado pensar que el arte abstracto pudiera estar creando los morfemas de un nuevo estilo de expresión que unificara todas las artes. ¿Será el tiempo nuestra respuesta? El futuro presentará nuestro tiempo como un mero tránsito a una globalización del arte. De momento, somos nosotros artífices de este momento y no debemos ser nosotros nuestros jueces.
La realidad muestra una situación de transformación, tanto en el plano teórico como en el práctico, desde todos los aspectos de la sociedad y nos sumerge en un criterio ambiguo difuminado entre las vanidades y la espontaneidad del individuo que irrumpe en las artes para exhibir sus habilidades o su punto de vista. Así se justifican ciertos críticos cuando hablan de nuestro tiempo: (Sr. Miki Lopez: “Parece que todo vale con tal de impactar o conectar con el público. Frecuentemente el artista abandona toda reflexión intelectual en favor de la originalidad y la creatividad. La pintura actual no escapa a esta situación. La distinción entre abstracción y objetividad es ya algo anacrónico. Todo vale, desde la pintura estrictamente conceptual y radical, hasta la “pintura por la pintura” más elemental y las configuraciones eclécticas. No ha cristalizado ninguna tentativa innovadora y de momento este tradicional medio artístico parece que está agotado y es algo que raya con lo absurdo.”).
Considero que el arte es arte siempre. Nosotros debemos de apostar por el arte y considerar que todo es arte, hasta lo que no parece. Otra cosa es que guste; posiblemente no gustará lo que se está haciendo, pero sigue siendo arte. El artista no sólo expresa sus sentimientos, tiene que seducir y persuadir al observador que lo que se expone, es fascinante, es una obra que merezca ser examinada atentamente; cautivar el ánimo del que presencia su creación y atraer la atención para generar estímulos que inciten o produzca una reacción cuando se mira su obra. Creo que las nuevas tendencias del siglo XXI dirigen su camino con este fin.
Desde que apareció el Hard-Edge Painting (pintura de borde duro) que se caracteriza por el rechazo de todo ilusionismo y por el empleo de colores puros y de formas rigurosamente geométricas, influenciado por el Ready-made del Dadá; la pintura ha tendido una veladura sobre los criterios a exponer.( “Parece que el objeto manufacturado se presenta como obra artística para redescubrir la auténtica atribución de un nuevo valor de objetos descontextualizados” ): el color y la forma se ahoga entre texturas e intenciones intuitivas. El artista expresa por expresar y el observador que mira este arte se comporta como espectador de un espectáculo que sólo quiere atraer la atención y causar escándalo o gran extrañeza.
El arte es el lenguaje universal del hombre; el hombre se expresa como quiere; el arte es libre por naturaleza; por lo tanto, todo es arte. El futuro demostrará que esta época de transición será un generador de grandes obras; pero el presente nos esclaviza dentro de una niebla espesa que no nos deja ver nuestro entorno artístico claramente. Existe tanto de todo que todo se esparce sin una dirección concreta. Las Transvarguardias italianas y alemanas, como el Vidimus-art o el Neoexpresionismo español, el Onirismo-art, el Abstracto romántico, el Neomitoismo “Myth art” o el “Bad Art“ y “Thrift Shops Arts” son consecuencia de una sociedad expuesta a los medios de comunicación y del consumo. La herencia artística del siglo XX discute sobre las posibilidades del nuevo siglo XXI.. Disponemos de un excedente de obras de arte y sufrimos un déficit de museos y galerías que ubiquen dichas exposiciones. Son muchos los artistas que intentan implantar un nuevo estilo, pero no les permiten entrar en los circuitos oficiales que están reservados para unos pocos; se hacen grandes exposiciones colectivas de nuevos pintores en las ferias de ciudades cosmopolitas, pero no permiten que el ciudadano sea el juez que determine el rumbo del arte. (“Pero el arte es caro y la demanda mucha, de manera que frecuentemente en estos nuevos espacios de arte y cultura es difícil encontrar ofertas de interés y suficiente nivel.“). Literalmente, la viña está dispuesta para cosechar, pero no disponemos de recolectores suficiente para recoger. Parece que la comunidad artística sufre el síndrome de Elpenor o el de Ganser.
El arte está en disposición de multiplicarse exponencialmente, pero carece de nombre propio. Entre tanto arte no existe un paladín que dirija esta revolución artística. Muchos pintores pero sin una tendencia clara- La economía global infecta el sentido del arte con exorbitantes precios, excediendo el orden lógico y término regular del valor de las obras. El arte parece “estar en un mar agitado, con inmensas olas que rompen frente los espectadores sin avisar“.
La globalización nos sumerge en nuevas expresiones culturales (arte Asiático, Africano, Americano… ); nuevos lenguajes con nuevas fusiones. Simbiosis entre tecnología y arte. Mercados repletos de obras, pero sin ordenación en genialidad.
Seguro que este siglo XXI será el mas productivo que ha vivido el hombre. Habrá tantas obras de arte que lo difícil será encontrar algo que no lo sea. Se difundirá tanto arte por todos los medios de comunicación que producirá adiciones nuevas. Será tan común que no existirá lugar donde no exista. En la primera década del 2000, se ha declarado la masificación artística global. No obstante, ¿habrá genios en este segundo milenio que logren generar revoluciones en el arte? En España es indiscutible la genialidad de Antoni Tàpies, (Barcelona, 1923); Miquel Barceló, (Felanitx, 1957); Antonio López García, (Tomelloso, 1936) y otros; pero son descendientes del siglo pasado XX. ¿existen genios entre los pintores emergentes del nuevo siglo XXI.?. Nuestra respuesta es claramente “SI”. No obstante, ¿qué genios de la pintura o de las artes surgirá de esta masificación descontrolada?.
Después de todo lo dicho, será interesante recordar el “Discours sur les sciences etles arts” de Jean-Jacques Rousseau, (Ginebra, 1712-Ermenonville, 1778), cuestionando la utópica exaltación de la naturaleza y del sentimiento artístico del hombre, la sensibilidad romántica de la sociedad y la depuración de las
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