viernes, 26 de junio de 2020

LOS SONIDOS DE LA NATURALEZA








Cuenta esta historia que, hace mucho tiempo, un rey envió a su hijo a estudiar con un gran maestro, con el objetivo de prepararlo para ser una gran persona y un buen gobernante al heredar su corona.
Cuando el joven llegó ante el maestro, éste lo envió al bosque. Le explicó que debería permanecer allí un año y, al regresar junto a él, tendría que describir todos los sonidos que escuchara durante ese tiempo.
Al cumplirse el plazo, cuando el joven volvió, el maestro le pidió que hiciera un relato de todo lo que había conseguido oír.
El príncipe le dijo:
- Maestro, pude escuchar el canto de los pájaros, el ruido de las hojas, el regocijo de los grillos, el rítmico croar de las ranas, la brisa rozando el pasto, el zumbido de las abejas, el rumor del viento cortando los cielos…
Al terminar la detallada y extensa narración del joven, el maestro le pidió que regresara al bosque, para oír todo aquello que fuera posible.
El príncipe se sintió un poco intrigado, pensando: “No entiendo, ya distinguí todos los sonidos del bosque… ” Sin embargo, obedeció el encargo del maestro.
Por días y noches permaneció en soledad con sus oídos atentos… pero no conseguía distinguir nada nuevo, además de lo que ya había dicho al maestro.
No obstante, cierta mañana, comenzó a distinguir sonidos vagos, diferentes a todos los que escuchara antes.
Y mientras más atención prestaba, más claro se volvían los sonidos. Una sensación de encantamiento se apodero del muchacho.
Pensó: “Esos deben ser los sonidos que el maestro quería que yo escuchara…”
Y, sin prisa, con una sensación de deleite, permaneció allí oyendo y oyendo, pacientemente.
Quería tener la seguridad de que estaba en el camino correcto. Cuando regresó con su maestro, éste le preguntó qué más había logrado oír.
El muchacho respondió:
- Maestro, con el correr de los días, sólo y reconcentrado en intentar percibir algo nuevo, al fin pude oír el inaudible sonido de las flores abriéndose, el sonido del sol naciendo y calentando la tierra y el del pasto bebiendo el rocío de la noche…
Luego, el maestro dijo al muchacho:
-Solamente cuando se aprende a oír con el corazón es posible percibir de las personas, sus sentimientos mudos, sus miedos no confesados y sus quejas silenciosas. Asimismo, podrás inspirar confianza a tu alrededor, entender lo que está equivocado y atender las necesidades reales de cada uno.


No ocurre así –prosiguió el maestro-, cuando se escuchan solamente las palabras pronunciadas por la boca, sin que atiendas lo que está en el interior del ser que las emite y sin oír sus sentimientos, deseos y opiniones reales. Es necesario, entonces, escuchar el lado inaudible de las cosas, el lado no medido, pero que tiene su valor, pues es el lado más importante del ser humano.









































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