LA EVANGELIZACIÓN EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA
La evangelización en América fue la conversión al cristianismo y educación en la fe cristiana que realizaron misioneros católicos, la misma fue promovida y organizada por los reyes de España, mediante una concesión del papa expresada en varias bulas.1
- Desde que los Reyes Católicos toman conocimiento del descubrimiento del Nuevo Mundo, a la Corona Española se le conceden diversas concesiones, que les reconocen los derechos sobre las tierras descubiertas y sus habitantes, mediante una donación del Papa. El Papa, procedió a repartir América entre España y Portugal. De esta manera a partir de 1493 los papas Alejandro VI, Adriano VI y Julio II emitieron las bulas Inter Caetera, Eximiae devotionis, Romanus Pontifex, Dudum siquidem, Universalis Eclesiae, Sublimis Deus y Omnímoda, mediante las cuales les concedieron los territorios, les encargaron la evangelización de los habitantes indígenas que en ellos moraban, prohibiendo que fueran esclavizados a la vez que determinaron ciertos derechos y obligaciones de la Corona.23
De esta manera, la Corona Española, pasó a adquirir una serie de derechos que anteriormente eran exclusivos de la Iglesia católica, tales como: organizar la presencia de la iglesia en las colonias de América, cobrar el diezmo, organizar la distribución y presencia de misioneros, decidir en cuanto a la ubicación y oportunidad de construir iglesias y catedrales, presentar posibles candidatos para cargos eclesiásticos. Estos derechos y responsabilidades quedaron definidas bajo el Patronato Real y el Vicariato Regio, las cuales le conferían a la Corona española la supervisión y protección de la Iglesia.4
Entre las primeras órdenes religiosas que comienzan a operar en el continente americano se destacan la Orden de los dominicos y la Orden de los franciscanos.5 Al mismo tiempo, prácticamente que los franciscanos, llegan al continente los mercedarios. Más tarde, la Orden de los agustinos y la Compañía de Jesús (jesuitas). Hacia el siglo XVIII los franciscanos tenían distribuidas por América unas 32 misiones en las que alojaban unas 9000 personas
En lo que a este tema respecta, se puede llegar a una conclusión semejante, si bien ahora es más perceptible el lamento de nuestro mestizo. Antes se ha dicho que el cacique Mucozo fue un firme aliado de los españoles; así lo pinta el cronista, quien a continuación se queja de que nadie se preocupara de bautizarlo, pues en su opinión
«pocas persuasiones fueran menester para sacarlo de su gentilidad y reducirlo a nuestra fe católica. Y fuera un galano principio para esperar que tal grano echara muchas espigas y hubiera mucha mies. Mas no es de culparles, porque estos cristianos habían determinado de predicar y administrar los sacramentos de nuestra ley de gracia después de haber conquistado y hecho asiento en la tierra, y esto les entretuvo para que no lo administraran desde luego»(IIb, 16). La situación volverá a repetirse con la cacica Cofachiqui, otra gran aliada de los españoles, quienes
«no le convidaron con el bautismo porque, como ya se ha dicho, llevaban determinado de predicar la fe después de haber poblado y hecho asiento en aquella tierra, que andando como andaban de camino de unas provincias a otras sin parar, mal se podía predicar»(III, 19)46.
En otro momento se cuenta que los conquistadores se valieron de dos buenos indios como guías por el interior de La Florida, a quienes llamaban Marcos y Pedro, aunque no habían sido bautizados. Un día este último despertó dando gritos y con el cuerpo amoratado, atribuyéndolo a influencia diabólica; de aquí dedujo este indio
«que los diablos habían miedo a los cristianos, por tanto él quería ser cristiano»(III, 5). Allí se congregaron los sacerdotes, clérigos y frailes que iban en el ejército español, y
«habiendo oído al indio, lo bautizaron luego y se estuvieron con él toda aquella noche y el día siguiente confirmándolo en la fe»(III, 5)47.
El ejército cristiano, durante su avance, se esforzó por mantener los ritos y mandamientos de su fe: se oficiaban las misas los domingos y fiestas de guardar (III, 32); se nutrían de pescado en cuaresma (Vb, 12); procuraban abstenerse de comer carne los viernes, sábados y vísperas de festivos, aunque ello no siempre fue posible48; el domingo de Ramos del año 1543, a pesar de todas las penalidades, hicieron la correspondiente procesión
«celebrando la entrada de nuestro Redentor en Hierusalén»(Vb, 12); etc. Muy sentida fue la pérdida de la batalla de Mauvila, con su voraz incendio, pues allí ardieron no sólo
«los cálices, aras y ornamentos que para el culto divino llevaban»(III, 31), sino todo resto de pan de trigo y vino que portaban junto a sí como especies eucarísticas necesarias para la comunión, con lo que a partir de entonces tuvieron siempre misas secas, o lo que es lo mismo, misas sin consagración de las dos especies y sin la culminación eucarística (III, 32)49.
Aunque no de modo regular, tras el paso por ciertos poblados indios sí que se erigieron algunas grandes cruces (IV, 6)50, pero en líneas generales hay que afirmar que la expedición española no tenía entre sus prioridades la evangelización de La Florida. Este hecho le ha procurado agudas críticas al adelantado Hernando de Soto, provenientes sobre todo de Rodrigo Ranjel, de cuyo testimonio se hace eco Fernández de Oviedo51:
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Menos incisivo es Fidalgo de Elvas, si bien ya anota que, al embarcarse los supervivientes río Mississippi abajo para abandonar La Florida, se desprendieron de muchos indios que habían tomado a su servicio, y
«los más de ellos quedaban llorando, lo que ponía gran lástima, viendo que todos aquellos de buena voluntad fueron cristianos y quedaban perdidos»(Expedición, p. 146). El Inca Garcilaso fue sensible a todo esto y no deja de lamentarse más o menos a las claras de tamaño descuido en el propósito evangelizador, dato que se bastaba por sí solo para arruinar toda la empresa:
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