lunes, 10 de diciembre de 2018

EL HOMBRE Y SU LIBERTAD









Si miramos solo el cuerpo humano, no hay libertad. Los sentidos están determinados por el objeto. El ojo ve, quiera o no; el oído oye; el tacto siente, a no ser que esten abolidos, no se quiera mirar, oír o tocar.
Los instintos de propagar la especie, de sobrevivir, de placer, llevan a un cierto movimiento, que no es libre sino solo instintivo, como los animales. Los efectos son mas elevados, pero son poco libres. El amor sentimental es fluido, aunque hermoso, pero fácilmente erróneo; el odio igual; la tristeza aleja del mal o paraliza, la ira es necesaria para superar obstáculos pero puede acabar en furia y ceguera, y asi todos los afectos, necesitan de la direccion de las dos potencia: inteligencia y voluntad.

La inteligencia es necesaria para la libertad, pues no se quiere nada, si no se conoce antes, pero el juicio intelectivo solo se detiene cuando quiere la voluntad.
Es claro que cuando algo disgusta a la voluntad, aunque sea bueno o verdadero, se buscan razones para no detener el juicio y hacer teorías que hagan aceptable lo que se desea con mas o menos libertad o libertinaje.
El ignorante no es libre. El engañado tampoco, aunque el engaño sea elaborado por uno mismo.

El vicioso no quiere escuchar la verdad. El solo conocimiento de la verdad no basta, tiene que ser un conocimiento pleno que llegue a la voluntad para de verdad ser libre.
Decir que la inteligencia es libre porque esta abierta al infinito, no es una definición suficiente, primero porque el infinito no es conocido, segundo que solo llegaría a una libertad de indiferencia ante las muchas posibilidades, la libertad no se puede explicar solo así.

Decir que la voluntad esta abierta al infinito y que elige los medios, también deja insatisfecho, aunque sea verdadero, pues no parece llegar a la fuerza de la libertad. La voluntad sola es ciega, este es el problema. La voluntad quiere y debe ser dirigida por el amor bueno. La voluntad es la penúltima raiz de la libertad.La voluntad es atraída por el bien, pero de un modo no determinado y necesario como ocurre a los sentidos, pues cabe tender a una bondad falsificada que esclaviza o cabe tener malicia, cosa que algunos querrán negar, y ademas cabe el auto-engaño.














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