EL OCASO DE LA SEDUCCIÓN
B
Somos una cultura de la, eyaculación precoz. Cualquier seducción, cualquier forma de seducción, que es un proceso enormemente ríiualizado, se borra cada vez más tras el imperativo sexual naturalizado, tras la realización inmediata e imperativa de un deseo. Nuestro centro de gravedad se ha desplazado efectivamente hacia una economía libidinal que ya sólo deja sitio a una naturalización del deseo consagrado, bien a la pulsión, bien al funcionamiento maquínico, pero sobre todo a lo imaginario de la represión y de la liberación. Sin embargo, tampoco se dice: «Tienes un alma y hay que salvarla», sino: «Tienes un sexo, y debes encontrar su buen uso.» «Tienes un inconsciente, y "ello" tiene que hablar.» «Tienes un cuerpo y hay que gozar de él.» «Tienes una libido, y hay que gastarla», etc. Esta obligación de liquidez, de flujo, de circulación acelerada de lo psíquico, de lo sexual y de los cuerpos es la réplica exacta de la que rige el valor de cambio: es necesario que el capital circule, que no tenga un punto fijo, que la cadena de inversiones y reinversiones 1 sea incesante, que el valor irradie sin tregua — esto es la forma de la realidad actual del valor, y la sexualidad, el modelo sexual es su modo de aparición en los cuerpos. El sexo como modelo toma la forma de una empresa individual /fundada en una energía natural: a cada uno su deseo y que gane el mejor (en goce). Es la misma forma del capital, y precisamente por eso/sexualidad, deseo y goce son valores subalternos. Cuando aparecen, no hace tanto tiempo, en el horizonte de la cultura occidental, como sistema de referencia, aparecen como valores venidos a menos, residuales, ideal de clases inferiores, burguesas y después pequeñoburguesas, en relación a los valores aristocráticos de sangre y linaje, de desafío y seducción, o a los valores colectivos, religiosos y de sacrificio, Además el cuerpo, ese cuerpo al que nos referimos sin cesar, no tiene otra realidad que la del modelo sexual y productivo. El capital da a luz en el mismo movimiento el cuerpo energético de la fuerza de trabajo y el que soñamos hoy como santuario del deseo y del inconsciente, de la energía psíquica y de la pulsión, el cuerpo pulsional /atormentado por los procesos primarios — el cuerpo mismo convertido en proceso primario, y de ahí anticuerpo, último referencial revolucionario. Ambos se engendran simultáneamente en la represión, [42] su antagonismo aparente no es sino un efecto de duplicación. Redescubrir en el secreto de los cuerpos una energía libidinal «desligada», que se opondría a la energía ligada de los cuerpos productivos, redescubrir una verdad fantasmática y pulsional del cuerpo en el deseo, es sólo desenterrar una vez más la metáfora psíquica del capital. Así es el deseo, así es el inconsciente: vertedero de la economía política, metáfora psíquica del capital. Y la jurisdicción sexual es el medio ideal, a través de la prolongación fantástica de la propiedad privada de asignar a cada uno la gestión de un capital; capital psíquico, capital libidinal, capital sexual, capital inconsciente, del cual cada uno va a tener que responder ante sí mismo, bajo el signo de su propia liberación. Fantástica reducción de la seducción. La sexualidad tal como la cambia la revolución del deseo, ese modo de producción y de circulación de los cuerpos, precisamente se ha convertido en lo que es, se ha podido tratar en términos de «relaciones sexuales», sólo olvidando toda forma de seducción — igual que lo social se puede tratar en términos de «relaciones» o de «relaciones sociales» sólo cuando ha perdido toda sustancia simbólica. Allí donde el sexo se erige como función, como instancia autónoma, es porque ha liquidado a la seducción. Aún boy no se da, casi nunca, más que en lugar de la seducción ausente, o como residuo y puesta en escena de la seducción fracasada. Entonces es cuando la forma ausente de la seducción se alucina sexualmente — en forma de deseo. Es en esta liquidación del proceso de seducción donde toma fuerza la teoría moderna del deseo. En lugar de una forma seductiva, de ahora en adelante se ínstaura el proceso de una forma productiva, de una «economía» del sexo: retrospectiva de una pulsión, alucinación de un stock de energía sexual, de un inconsciente donde se inscriben la represión y los pavores del deseo: todo esto, y lo psíquico en general, provienen de la forma sexual autonomizada — como en otros tiempos la naturaleza y lo económico fueron el precipitado de la forma autonomizada de la producción. Naturaleza y deseo, ambos idealizados, se suceden en los esquemas progresivos de liberación, la de las fuerzas productivas antiguamente, hoy la del cuerpo y el sexo. Nacimiento de lo sexual, de la palabra sexual, igual que ha habido nacimiento de la clínica, de la mirada clínica —allí donde antes no había nada, excepto formas incontroladas, insensatas, inestables, o bien enormemente ritualizadas. Donde no había tampoco represión, ese leitmotiv que hacemos pesar sobre todas las sociedades anteriores más aún que sobre la nuestra: los condenamos como primitivos [43] desde el punto de vista tecnológico, pero, en el fondo, también desde el punto de vista sexual y psíquico, puesto que no concebían ni lo sexual ni lo inconsciente. El psicoanálisis afortunadamente ha acudido a levantar esta hipoteca, ha dicho lo que estaba oculto, increíble racismo de la verdad, racismo evangélico de la Palabra y de su advenimiento.
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