EL REALISMO MÁGICO
El realismo mágico es un movimiento literario y pictórico de mediados del siglo XX y se define por su preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es suscitar emociones, sino, más bien, expresarlas, y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.
El realismo mágico comparte características con el realismo épico, como la pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la actitud nihilista asumida originalmente por las vanguardias, como el surrealismo.
Historia
El término fue usado por un crítico de arte, el alemán Franz Roh, para describir una pintura que demostraba una realidad alterada, y llegó al idioma español con la traducción en 1925 del libro Realismo mágico (Revista de Occidente, 1925), que fue en gran medida influenciado por las obras surrealistas de la escritora chilena María Luisa Bombal.1 Más tarde, en 1948, fue introducido a la literatura hispanoamericana por Arturo Uslar Pietri2 en su ensayo Letras y hombres de Venezuela (1948).3 Señala Uslar:
Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a falta de otra palabra podrá llamarse un realismo mágico.4
El crítico venezolano Víctor Bravo señala que la noción de 'realismo mágico' nació casi de manera simultánea con la de 'real maravilloso': "La formulación inicial de una y otra noción —como referencia a un modo de producción literaria latinoamericana— se hace casi de manera simultánea. En 1947, Arturo Uslar Pietri introduce el término "realismo mágico" para referirse a la cuentística venezolana; en 1949 Alejo Carpentier habla de "lo real maravilloso" para introducir la novela El reino de este mundo,5 y algunos la consideran que es la novela iniciadora de esta corriente literaria. Ese mismo año Miguel Ángel Asturias publicó en Buenos Aires su novela Hombres de maíz, también considerada una precursora del realismo mágico. En el caso de Chile, el escritor, poeta y dramaturgo, Mario Jorquera, fue uno de los mayores contribuyentes con el realismo mágico, principalmente con su obra "El Bananero", publicada en 1923.
Como referente literario previo al uso del término realismo mágico por parte de Uslar Pietri, debe citarse a Massimo Bontempelli quien, en 1919, "conquista gran popularidad al publicar sus novelas del ciclo la 'Vida intensa', iniciándose en una literatura —según nota de Nino Frank en el 'Dictionnaire des Auteurs', de Laffont-Bompiani— que sacrifica la corriente convencional de la época, a la manera de Anatole France, convirtiéndose en una especie de apóstol de lo que se conoció como realismo mágico".6
El realismo mágico se desarrolló en las décadas de los 60 y 70, producto de las discrepancias entre dos visiones que en ese momento convivían en Hispanoamérica: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Sin embargo, existen textos de este tipo desde la década de 1930 en las obras de José de la Cuadra, en sus nouvelles, por ejemplo, La tigra, y también sería desarrollado en profundidad este estilo de escritura por Demetrio Aguilera Malta (Don Goyo, La isla virgen). En el año 1942 se publica la novela Pedro Arnáez de José Marin Cañas que según el filósofo Constantino Láscaris es una obra fundamental para el movimiento.
Exponentes
Entre sus principales exponentes están el uruguayo Horacio Quiroga , el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el colombiano Gabriel Garcia Marquez,7, los dos últimos galardonados con el Premio Nobel de Literatura. También destacan autores como el mexicano Carlos Fuentes con su novela Aura, el brasileño Jorge Amado con su novela Doña Flor y sus dos maridos, el gallego Álvaro Cunqueiro, aunque muchos aclaman como padres del realismo mágico a Juan Rulfo con Pedro Páramo, Arturo Uslar Pietri con su cuento La lluvia (1935), José de la Cuadra con Los Sangurimas, y Elena Garro con Los recuerdos del porvenir. Algunos autores con obras emblemáticas del género son la cubano-estadounidensese Mireya Robles con Hagiografía de Narcisa la Bella, Laura Esquivel con Como agua para chocolate y la chilena Isabel Allende con La casa de los espíritus, entre otros.
Jorge Luis Borges también ha sido relacionado con el realismo mágico, pero su negación absoluta del realismo como género o como una posibilidad literaria lo pone contra este movimiento. Alejo Carpentier, de Cuba, en su prólogo al Reino de este mundo, define su escritura inventando el concepto de real maravilloso, que, a pesar de sus semejanzas con el realismo mágico, no debería ser asimilado a él.
También el argentino Manuel Mujica Lainez, con Bomarzo (1962), y el ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta, con Siete lunas y siete serpientes (1970), podrían incorporarse al grupo.
Esta corriente no es exclusiva de Latinoamérica, aunque este continente esté considerado como su punto de origen y posterior desarrollo. En la literatura japonesa contemporánea, por ejemplo, Haruki Murakami es su exponente más reconocido.89
Características del realismo mágico
Los siguientes elementos están presentes en muchas obras del realismo mágico, pero no necesariamente todos se encuentran en ellas. Además, algunas obras pertenecientes a otros géneros también pueden presentar características similares:
- Contenido de elementos mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes como parte de la "normalidad".
- Elementos mágicos tal vez intuitivos, pero (por lo general) nunca explicados.
- Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.
- En términos de espacio, la mayoría se ubica en los niveles más duros y crudos de la pobreza y marginalidad social, espacios donde la concepción mágica, mítica se hace presente.
- Los hechos son reales pero tienen una connotación fantástica, ya que algunos no tienen explicación, o es muy improbable que ocurran.
Tiempo]
Encontramos cuatro posturas:
- Tiempo cronológico: Las acciones no siguen el curso lógico del tiempo.
- Ruptura de planos temporales: mezcla de tiempo presente con tiempo pasado (regresiones) y tiempo futuro (adelantos). Además, se fragmenta el texto en secuencias que no concuerdan en tiempo ni espacio.
- Tiempo estático: El tiempo cronológico se detiene, es como si no trascendiera. En cambio, fluyen los pensamientos de los personajes.
- Tiempo invertido: Es el más contradictorio. Se trastoca el curso del tiempo y se cambia la secuencia natural del día hacia la noche o viceversa. Por ejemplo: "Era el amanecer. Se hizo la noche".
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